Pensando en el
objeto de arte y su valoración.
Las sociedades en su transcurso civilizatorio son productoras
de culturas, un proceso complejo donde se dan las contradicciones e
incidencias, allí residen y están contenidos los rasgos procesados y acumulados
más fundamentales de las identidades que le proveen una singular personalidad e
identidad a cada sociedad en su propia época. La cultura, un proceso complicado, producto y
reflejo de las relaciones sociales de producción derivado de los presupuestos
socio culturales producidos en sus múltiple manifestaciones conexas con sus distintas
y diferentes expresiones nacidas y transformadas en el seno de la sociedad.
Un proceso histórico social propio del ser humano que,
se evidencia en el plano de las relaciones humanas con saltos cualitativos y
cuantitativos, como consecuencias de sus propios desarrollos, en esta dinámica
inciden influjos regionales y, o universales (transculturalidad), siendo este un
proceso constante y cambiante en las sociedades.
En este marco, la transculturalidad, es un fenómeno
socio cultural interesante de interpretar en el marco de las relaciones entre
los Estados con mayor poder económico, político y cultural, y los Estados con
menor poder. En esta línea de correlación, se establece la transculturalidad
vertical, donde la cultura dominante dicta los enunciados, cánones, normas y los
paradigmas que son los dogmas innegociables. Igualmente, mencionar que en el
escenario mundial, los centros operativos de la cultura dominante, se da la
situación de transferencia, cambiando según su avance o desgaste en el poder
político y económico. Pero también, existe la incidencia en menor grado de las
culturas o Estado dominados sobre los dominantes.
En el caso de su cumbre, se procesan hábilmente
políticas y estrategias expansionista, fomentando su cultura vertical. Esto
contribuye a someter a los Estados, pueblos indígenas, etnias y pueblos
multiculturales, con menos posibilidades de competir con el poder vertical,
transformando o confundiendo las identidades o parte de los idearios socios
culturales.
El arte, en el complejo desarrollo de las relaciones, al
igual que la cultura, es un reflejo de las relaciones sociales de producción, que
como categoría de la conciencia social, tiene consecuentemente el componente de clase, es decir, esa manera de
sentir, de concebir y abstraer la realidad a partir de la concepción y el
estatus de clase. De manera que el valor estético, no puede ser aprehendido,
abordado, sino es, en el marco de la dimensión socio cultural.
Mas sin embargo, arte o el
hecho estético históricamente han sido avalados, potenciado, o definido como
tal, por las elites que se expresan a través del poder político, económico,
religioso y militar. Desde Grecia, Roma, el Medio Evo, el Renacimiento, en la
América precolombina y en las sociedades occidentales contemporáneas; han sido
los poderíos políticos, económicos, militares y religiosos quienes definen y
ostentaban el arte a favor del estatus quo y al mantenimiento del mismo poder.
Como producto histórico socio cultural, el arte debe
incluir la historia al hecho estético. Además, se deriva de la necesidad de re
significar a través de la representación y la simbolización de los momentos
perentorios en las transformaciones, cambios, estabilidades y hasta las luchas
sociales, como convicción ética y estética, o al menos acercarse a su historia.
Como forma del pensamiento es ideología, de ahí su cargamento que bien puede
ser a favor de las causa justa o como “arte por el arte” que eleva las formas y
las posiciones subjetiva, alejada de la consecuencia social e histórica,
subordinando el objeto o el hecho estético por excelencia en decorativo.
La noción de arte en el proceso de la cultura, es
consecuentemente el valor estético, que tiene una dimensión humana y
antropológica, aparece como valor paradigmático, enunciado irrefutable que se
ha establecido inamoviblemente, teniendo su metamorfosis conceptual, avalada y
producida de manera vertical, por las culturas donde está el centro o las
metrópolis del poder. En estos centros de poder, son las elites del capital o
los intelectuales que mayormente pertenecen a las medias y altas esferas,
quienes dictan y aprueban el valor del signo estético.
Por un lado, el arte ha estado
sometido a ese fenómeno de reprimir la libertad de creación, o manipulación,
por otra, de enajenar a los artistas a la búsqueda de un éxito banal alienante,
cosmopolita con expresiones carentes de un sentido histórico con una retorica
plástica recurrente, repetitiva y en el engañoso proceso del mercado que nubla
la sensibilidad y el acto de libertad de creación, de allí la enajenación
paradigmática de los artistas.
El arte en la mayoría de casos
y de géneros, se encarga entonces, de satisfacer las necesidades y los antojos
más elementales hasta los fútiles de las élites, pues son ellas las que
acreditan y ratifican mediante los ilustrados marchand, jurados,
curadores, galeristas, escritores de arte, que en la mayoría de casos han sido
instruidos o educados con el ojo estético a favor del gusto burgués. Una
apropiación donde el objeto o hecho estético se enclaustra; la noción de la
libertad de expresión manifestada a través de una conciencia y sensibilidad
manipulada a las exigencias de los sectores dominantes y del mercado que
decoran los espacio y hace suyo la exclusividad del goce estético.
De manera que las galerías,
los museos, los certámenes, las exposiciones, las bienales, son los
escaparates, las vitrinas, centros operativos donde los mandarines o emisarios
del poder dictan las normas y los nuevos cánones a seguir como ley
incuestionable.
Por otro lado, el arte como usufructo emanado del proceso
de socialización y culturización, tiene como responsabilidad histórica de ser
el procesador o tamizador de los hechos a través de los contenidos
comunicacionales con una carga emotiva expresada a través del signo creativo.
Lo que constituye, en la línea del tiempo, parte de la memoria histórica de los
pueblos y lega afianzar una lectura de una parte de la identidad socio,
histórico y cultural.
También, se puede aludir que en los procesos socio
culturales cuando estos son más álgidos, de convulsión, de cambio, de caos
político, cultural y económicos; la creatividad parece ser un valor que cobra
mucha significación, derivada de la misma realidad, posiblemente por la urgente
necesidad de expresarse contra el caos o el status quo, o bien por la imperativa
necesidad de revalorar e interpretar a través de medios creativos la realidad,
desafiar, apologizar o denunciar los sistemas o los hechos que imperan en la sociedad. De tal manera,
que el arte proporciona una matriz importante en las significaciones estética
en los momentos socio, históricos-culturales.
En este marco conceptual, existe el mito casi absoluto
que, son los intelectuales, los artistas y lo escritores, quienes empuñan el
arma de la estética para ser y hacer vanguardia en la sociedad, pero esto,
constituye casi un mito. Son vanguardia, un número reducido de actores
estéticos que definen y determinan su quehacer creador a favor de los cambios
tanto creativos como sociales. El compromiso o esa acción, surge, a partir de
varios elementos. La concepción o cosmovisión que en síntesis es la categoría
de clase lo que determina el perfil de su obra creadora, su
compromiso estético, ético y social de comunicar lo incomunicado o
reinterpretar a través de un lenguaje estético.
No se puede negar que en esta relación arte, artistas,
intelectuales y sociedad, hay actores que constituyen ser componentes activo en las filas de los movimientos sociales o
en los grupos políticos a veces revolucionarios, que defienden las convicciones
y construyen con la estética, la lucha, la convicciones a favor de la justicia
junto con las masas, si los hay pero nos son todos, sino, solo aquellos que
tiene los componentes ideológicos, políticos, estéticos y están claros de su
compromiso con la sociedad y con su historia
Pero, están las fisuras de los
sistemas, que permiten contradecir los paradigmas, así hay creadores que se
escapan o contradicen los prototipos y son los que dan el salto cualitativo en
las tendencias o istmos estéticos, pero en la mayoría de casos son excluidos, censurados, exilados y
hasta ignorados en la historia en sus mismos nichos socios culturales. También
se dan raros casos que el aporte patrimonial es reconocido hasta después de su
muerte.
De manera que, el arte o el
valor estético, está en la mayoría de veces supeditado o manipulado a la medida
de los consorcios del mercado, una trampa que lleva al artista (sobre todo a
los de las artes visuales) a caer en la seducción de una realidad engañosa.
Entonces, se hace necesario,
reconstruir posturas más coherentes o tomar conciencia de los embates, a
reconocer que somos un sector de la población susceptible con muchos niveles de
vulnerabilidad; en fin, intentar tomar la bandera soberana de la libertad de
creación fuera de los patrones del mercado.
Isaías Mata
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